Hoy he cambiado un número en mi vida. Ya no tengo la edad que tenía, pero el resto (como un cúmulo de prismas mal armados) continúa inmanente al tiempo. La mirada desproporcionadamente apagada para la juventud que condice la partida de nacimiento. Más encorvada, menos dosctrinaria, más reducida a puro verso y nubes mal apagadas de un incendio que siempre perdura. Más tiempo en estos huesos tristes. Menos tiempo sobre esta vida ("sobre" y no "en" porque mi destino me resisto a caminarlo y más bien vuelo por encima de mi existencia). La misma cara, la misma boca con un leve gesto sombrío pronunciado en las comisuras. EL cabello de dramaturga frustada y algo de diva de los '50. La pena que ronda y arrulla con su canto dos manos heladas. Una apología desmañada, nuevos claros de luna para escuchar en la parsimoniosa madrugada. Y un Hamlet que me dice que no renuncie al reflejo en el espejo. Aunq cada día se haga añicos contra la realidad y cada palabra no dicha sea una daga finamente pulida que habita en mi corazón.
