lunes, noviembre 28, 2005

LA FRAGILIDAD DE LA NOBLEZA


Era un principe blando y triste, tan sencillo como eso. No se movía, sino que temblaba, tiritaba mas bien, con cada brisa q lo recorría. Lo bueno era que se veía en su cara todo lo q tenía por ofrecer, si pensaba mucho una gota redonda y dulce le chorreaba por sus mejillas gordas; si se enojaba su interior se ponía oscuro y de repente todo le daba miedo (justo a él con su carita de gatito mojado); si se asustaba en cambio se le iba el color, se retorcía más que nunca ante las inclemencias del tiempo. Por suerte su reino era imaginario y producto de años de malos reinados los administradores se habian quedado con todo: los pueblos, las riquezas, las leyendas y los monstruos. A él lo miraron con esa sorna especulativa en los ojos (una mirada que solo se aprende entre los libros de contaduria y las noches de ambicion contando monedas) y le dijeron que todo iba bien. Metieron al pobre príncipe, enclenque y poco reflexivo en un lugar helado pero limpio, lo rodearon de comida, le prometieron cosas imposibles, lo adornaron y finalmente lo dejaron solo. El temia su final, con esa intuición o casi don adivinatorio que tienen los niños y los locos, yél tenía un poco de ambos. Al principio busco salir, después se dio cuenta de que su prisión no era muy distinta de la otra, la de todos los días q lo incitaba a cerrar los ojos y soñar con otra vida, con menos oro pero mas sensaciones. El principe soñaba con ser un mono por ejemplo, y trepar los arboles y vivir aventuras. Se regodeaba con los cuentos q escribían que eran largos y aburridos y que siempre terminaban bien, no como él que era largo y aburrido pero que no siempre estaba bien, ni había encontrado el amor para vivir siempre feliz, ni un amigo con quien escaparse, ni padres con los que pelear. Nada, él solo era extenso y vacío. Y encima temblaba todo el tiempo, motivo por el cual de pequeño se la habia pasado internado en diferentes institutos buscando la razón de tal deficiencia. Años le costó aprender a vivir con su mundo y su carga. Los padres no pudieron ver esa evolución, posiblemente los padres de los administradores que ahora le hacian esto a él, le habrían hecho lo mismo a sus padres. En realidad al príncipe le daba igual, tenía un poder de concentración de cinco minutos, pasados los cuales olvidaba el sentido de sus crisis o de sus emociones. Una vez se frenó en medio de una risa y ya no pudo seguir porque no recordaba lo que la motivaba, otras veces dejaba de pensar porque olvidaba como se hacía. En una oportunidad el príncipe harto de vivir consigo mismo penso en matarse, se arrojó a las llamas de su chimenea, amaneció sobre las leñas al dia siguiente, sin rasguños, sobre las brasas chamuscadas... en el acto se arrojó violentamente desde lo alto de su palacio y al estrellarse sintió que se desarmaba pero en seguida su cuerpo se volvió a unir... comprendió inmediatamente que su vida iba a ser más larga de lo q querría. Desalentado por el correr de años y la falta de experiencias llegó un momento en que perdió expresión. Al ser transparente, igual, cualquier signo mínimo de sensacion se le veía literalmente. Por eso esa tarde q lo encontre taciturno y temblequeante supe que lo quería conmigo. Primero arranqué su cabeza y ante su terror que solo provocó mi risa, lo tomé de las manos inestables y blanditas y lo hice bailar, una vez cansada de observarlo me lo terminé de comer. Como sabía que su vida había sido poco grandiosa y su historia había concluido, prometí hacerle un regalo. Le escribí un cuento. Este. Mi mamá dice que solo a mí se me ocurre hacerle homenaje a un muñeco de gelatina. A mi me parece q se lo merece.

viernes, noviembre 25, 2005

delirio XII "Innecesariamente" o "De más"



NO ENCUENTRO EL BORDE DE MI SANIDAD MENTAL, ¿SABEN DÓNDE ESTÁ? Pregunté y en la sala límpida, higiénica, blanca nadie supo contestar. La doctora número 1, con rodete incluído, miró (obviamente sin asombro) al doctor número 502 el cual: a) se acomodó un pelo del flequillo que se le había corrido haciéndole por un instante perder la simetría para luego, b) hacer gesto de no comprender. El señor de estudios, ese que estaba al lado mío con cara de Neandhertal recién despertado de la siesta, se empezó a reír de una manera poco disimulada, se tiró al piso de la risa, siguió así hecho un bollito. Yo pregunté de vuelta PERO, NO SE QUEDEN CALLADOS; DIGANME...: DESPUÉS DE TODO DE ESTO DEPENDE... y ahí me frené. ¿Que dependía despúes de todo? ¿El pase? ¿La memebresía dorada en el club de status de una sociedad que me recriminaba cosas menores? En el fondo nadie perdía. Así que no miré más a la Junta Médica de Calificaciones, sonreí asintiendo cuando me pasaron el formulario, límpido, blanco, casi reluciente y con olor a tinta nueva y rellené los datos mientras adentro se moría una de mis personalidades (la más rebelde). BAH; TIENEN RAZÓN DE AHORA EN MÁS RENUNCIO A LA PERSONALIDAD; TODO SEA POR UNA VIDA DIGNA Y LAS BUENAS COSTUMBRE. Me saqué de a poquito el alma por una oreja (algunos lo intentan por la naríz, pero para mí es más insalubre, que se yo, cuestión de opinión) y se las dejé dobladita sobre la mesa. Al concluir la operación me dieron mi carnet y ya me sentía más liberada, una más en la masa de humanidad.

viernes, noviembre 18, 2005

DESPISTE


-¿¡¿DÓNDE ESTÁ EL BOTARATE RESPONSABLE DE LA MELINDROSA SITUACIÓN?!?-y ahí hacía un énfasis tontamente excesivo en la “r”. Blanco como pared recién pintada de cal, resollaba a los gritos, se arrancaba mechones de la cabeza y le sulfuraban lágrimas furiosas por esa cara de cachetes colorados. -DONDE- seguía. Millones de pájaros sobrevolaban la ciudad a esa hora y no permitían que se oyeran los chillidos ni la pataleta infantil del gordo. -NO PUEDOOOO, NO PUEDOOOO. LA CULPA ES DE ÉL- y se dilataban las venas de su cabeza. No tenía cara, era un globo rojo que se expandía y se contraía en innombrables apariencias. Todas cómicas.
De golpe se prendió el humo de la chimenea y dejó de latir mi corazón por un rato. ES NORMAL, pensé, ESTAMOS EN OCTUBRE (la humedad es lo que mata según un coronel que espera una carta en vano). Enfrente del edificio, la plaza. Y dentro de la plaza el gordo psicótico. Y dentro del gordo medio kilo de figacitas, jamón crudo mayonesa con salmonella y un par de ingredientes más. SE ESTO, dije en voz alta, PORQUE SOY NARRADOR OMNISCIENTE. Y oronda paseé por la plaza. Más tarde el gordo confirmó mis errores. De hecho había desayunado cereales con leche. Me remordió la conciencia toda la noche, había fallado como escritora. El gordo siguió en la misma plaza tres días más buscando a quien le había robado el mes de Abril (se copiaba de Sabina el loco). Finalmente cansado y violentamente morado al tercer día rodó calles abajo sin mayor esfuerzo. DONDE resonaba por las callejas vacías y los pájaros le hacían eco. Al final migraron. El pueblo perdió su gracia con el abandono de semejantes personajes. Yo por suerte seguí practicando la redacción (de puro guapa redondeé mis conflictos evitando ponerle un punto final al escrito, y más rebelde todavía sin cerrar el paréntesis…



… horas más tarde me arrepentí.

martes, noviembre 15, 2005

Explicaciones


Sueño que creo en que un sueño se hace realidad
(entonces todo es más fácil y fluye hacia arriba).
Sueño que me entienden cuando digo que "no"
con la sonrisa apretada en dos labios morados.
A veces despierto, y con los ojos abiertos
sueño que nunca nadie se somete a mi mundo.
Gracias por los comentarios, pero -ánimo- no se tomen todo lo que escribo como algo personal! El último texto hice el ejercicio de imaginar que era otra, y creo q lo leyeron como expresión de mis pensamientos... solo era una proyección hueca, de lo que NO QUIERO hacer con mi futuro. Aparte nunca anduve por Bruselas (jaja)... Bien, de cualquier modo es posible que a mi "buena voluntad" le haya faltado algo de gasolina en los últimos meses, pero les aseguro x dentro me siento radiante y tranquila como nunca desde hace años...

lunes, noviembre 14, 2005

EL CHISTE


El tiempo me ha jugado una mala broma. He amanecido sencillamente vieja. ¿Cómo pudo suceder? Busco sin hallar la explicación, ayer fue el mismo día que explicitan los periodicos y no coincide. Ayer tenía treinta años menos...donde quedo todo ese tiempo? ¿En que mundo ensoñado sobreviví inerme y taciturna sin que nadie reclamara mi presencia? Donde ayer había carne elástica hoy solo penden colgajos y sobrantes. Me he sometido al análisis luego de despertar como siempre. Sentí al respirar que el aire era una sustancia espesa que se resistía a ingresar en mis pulmones. Cuando intenté incorporarme de la cama una mano tuvo que hacer el esfuerzo de tomarse de la mesita de luz. Sola no podía. La ciática me estaba fallando y la vista... un mundo de borrones y difuminos (como en las obras de Monet: punto raya punto, nada de contornos). Aguzando el oído podía apreciar el crujido de los huesos al moverme...Quién me había hecho esto? Que pena? que promesa? Q fantasma sideral? Al fin y al cabo solo era una piel cuarteada de arrugas , como un saco trsite de cuero maltrecho. Y la textura de mi cara: rayas finísimas q como rios surcan este paisaje yermo q es mi rostro. Dos ojos cenicientos y cansinos q solían ser verdes han usurpado mi mirada. Y varios tumores tristes q sobresalen por mi geografía corporal se dicen huesos, y se contracturan por dentro y sobresalen como monolitos que denuncian mi pasaje al otro mundo (más cercano, más sentido). Un útero oxidado e inútil se retuerce por dentro, jamás preñado. La vesícula no responde y probablemente halle más sorpresas por dentro que las que escupen su ingratitud en mi espejo. Mis piernas, esas que me sirvieron alguna vez para recorrer Bruselas hoy son dos extensiones tan recorridas de várices como de cicatrices. Acaso es su homejae al pasado? Solo los zapatos reconozco, esos si, q me acompañaron por el puente y al cruzar la avenida que separaba tu casa de la mía (con los nervios de punta lloriquearle al portero q me dejara pasar, excusas baratas, un poco de histeriqueo femenino). Solo los zapatos.

ANEMIA TRANSITORIA


Se están hambreando entre sí

Devoran de a trozos
pedazos de su cuerpo
temblequeante y meditabundo.

Retozan caníbales
y revierten el terror
a los mordiscos suaves.
Renacen en cada
dentellada falseada
y antes de q los ácidos
corroan su carne mellada
de excusas baratas,
quiebran el espacio
con un solo aullido
desgarrado.

Así son estas ideas
cuando desayunan
un poco de humanidad.

jueves, noviembre 10, 2005

Otra vez sopa


No miraba nada en realidad. Estaba aguantando por fuera la respiración y por dentro el fuego. Mariano y Julieta lo llamaban desde fuera, le gritaban sandeces tratando de que reaccione. La madre inquieta aguardaba en la puerta de la casona. No ingresaba aire a sus pulmones, y lo peor: lo hacía adrede. Julieta insinuó una sonrisa verdadera lo que era mucho decir para esa pequeña pura historia de orfanatos y antidepresivos. La madre del agónico se devanaba los sesos mientras discutía con su conciencia moral si debía llamar al Jorge o no. El pibe, puro huesos, seguía inmóvil y sentenciando con la mirada en ningún punto y las pupilas dilatadas. En la casa resonaba el disco de pasta, una verdadera reliquia de los ’70, con la música de The Beatles. Y la púa danzaba sobre la circunferencia haciendo sonar un “Blackbird singing in the dead of night/Take these broken wings and learn to fly/All your life/ You were only waiting for this moment to arise”.

Mariano jugaba a bailar con su sombra y le echaba una mirada de reojo medio lasciva a su hermanastra pura actitud adolescente de 14 años. La madre, que se llamaba Marina me enteré más tarde, sacó al final el teléfono celular y marcó el número de urgencia. El joven seguía estático y derrumbado sobre la alfombra, Mariano lo pateaba suavecito como intentando que se levante; y Julieta decidió irse a comprar un helado. La ubicación no era su fuerte desde la internación. Marina se miraba en el espejo creyéndose “sonrosada como una rosa recién arrancada del jardín” –tal era la descripción de su hijo- y escuchaba el tono ocupado del otro lado de la línea. Mariano observaba su reflejo en el espejo y la veía como una gorda vieja y sin mayor gracia que su dinero. Julieta ya no volvería, en el camino unos vándalos se la habían llevado muy lejos. La gorda de caminar elefantuno trataba de hacer respiración boca a boca a su hijo que seguía con los pulmones bloqueados y se empezaba a poner morado. La mujerona se le arrojaba encima con movimientos oscilantes intentando llenar de aire esos bronquios marchitos desde el disparo en el pecho.

Mariano se hastió de esperar que finalizara el atraco. Todo había salido mal por culpa de la gorda. Y en ese momento, aburrido y temiendo que llegara la policía, decidió abandonar la escena y dejó al amigo tumbado y a su hermanastra destinada a una violación y en medio de la madrugada se fue caminando bajito. Marina, puro colgajo de grasas abrazaba al asfixiado, seguía llamando al número equivocados y pegaba cortos alaridos como de auxilio. Mariano ya se había ido, con los walkmans tapaba la voz de la vieja y en la radio, aún con interferencias mediando, sonaba la canción que ya no esperaba oír:”Blackbird fly, Blackbird fly/Into the light of the dark black night./All your life/ You were only waiting for this moment to arrive” . En el fondo no era más que lo mismo, cada noche que salían pronosticaban la última, jugaban un rato con el terror a la muerte, y aquella noche la sorpresa de un disparo se le convirtió en lo más usual del mundo.

domingo, noviembre 06, 2005

Madre hay una sola (leer con música de Pink Floyd)


No podía. Sus manitos regordetas sencillamente no podían escribirlo bien. Se resbalaban por sus dedos, enmelados en mermelada temprana del desayuno, los crayones. Sonreía tontamente mientras los jeroglíficos seguían sin tomar forma. Madre lo miraba sin ver. Detestaba su condición de espástico y no podía evitar la repulsión que le producía su baba chorreando por sobre las manos, el papel y su vestimenta de "niño especial".

Ellos lo miraban con compasión, sin embargo. Por las noches no tenía una mujer que le cuente cuentos de hadas. Por suerte para ambos, el pequeño no soñaba. Su mundo se vestía de colores que nos eran inaccesibles. Cuando se fastidiaba, eso sí,sacudía sus grotescas manos y algo siempre rompía.

Hoy no, toda su atención se centraba en dominar ese objeto cilíndrico y alargado que constituía la pinturita de cera. Resbaladiza esta, sin embargo, se resistía a hacerle caso. El nene moderaba lo que podía la frustración que esos cuatro años lo habían acompañado, la mirada fija y la convicción firme en poder dibujar la letra. Madre sonreía con esa amargura que la caracterizaba desde que él nació. Esa mueca de casi asco y desprecio por el mundo... tanto la ofendía haber parido a semejante ser. Ellos eran tolerantes sin embargo.

Agosto pasaba gentil entre las faldas de ella y el retraso de aquel. En el cuarto tampoco había colores pasteles, ni juguetes, ni cortinados infantiles, ni cuna, ni espacio para la infancia. Pese a ser un pequeño sano ella se esforzaba en castigarlo obligándolo a tomar medicamentos de más y haciendo gimnasias que no le correspondían. Todo era parte de su plan para justificar el odio que le tenía. Poca cosa, él pequeño crecía sonriente y morboso como un cáncer que se le extendía por el cuerpo y su vida y todo lo devoraba y la dejaba sin espacio para poder respirar en paz.

Las pequeñas cosas lo ponían contento: tironear de la cola de la bretona hasta hacerla chillar de dolor, arrancarle las garrapatas a la gata, dar vueltas sobre su eje en círculos hasta marearse y caer derrumbado sobre su lateral izquierdo, y gritar. Le encantaba probar la capacidad pulmonar con que dios lo había dotado. Chillaba, graznaba, lloraba de risa: todo era parte del show que creaba. Nadie lo observaba nunca, era inmune a la crítica y por ende, feliz.

Hoy 14 de agosto amaneció nublado y no tuve mejor idea que darle las benditas crayolas para que se entretenga un rato. La mirada fija y la convicción firme. Cerraba el puño, y abría más los ojos. La señora del drama, la oscura dueña de la casa aforística y leve, acechaba. Ansioso le caía la más espesa saliva que he visto jamás producto de una concentración inútil. Había logrado vencer la inercia de su retraso mental y conforme con esto la sonrisa se ampliaba y los labios se separaban entre sí dejando que un pequeño gemido se escapara de su escueta humanidad de 12 kilos.

Madre fastidiada recorría la escena con sus lentes de contacto verde entorpeciéndole la vista y nublando la razón. El papel se arrugaba conmocionado ante el fluido que lo empapaba, el crayón se clavaba en sus existencia celulosa y exprimía con majestuoso brío un color verde esmeralda. El niño chillaba con más fuerza, algo similar al quejido de un pájaro enjaulado. Impropia la mujer se escarbaba la oreja mientras se decidía y acercaba lentamente hacia el lugar.

Cuatro años sumergida en la desesperanza de soportarlo, el día de su cumpleaños, por fin había llegado. El pequeño excitado por lo conseguido (dibujar algo coherente en su mundo) no notaba el rancio caminar de la otra. Toda la fuerza de voluntad del mundo no habrían podido frenarla, su ahogo era tanto que nada la detendría. El niño se tambaleaba sugiriendo como siempre con sus brazitos estirados hacia el techo que se lo levantara a upa, un rasgo de afecto que jamás había recibido.

Ella urgentemente se tapó la nariz, el espacio de su existencia era sucio y repugnante, el pequeño apenas se alimentaba de insectos menores y su aseo no era más prolijo. El olor acre le hacía retirar su rostro hacia atrás. Ellos callaban, el momento se acercaba. Sostuvo el garrote justo por sobre su cráneo dolicocéfalo, lo observó expectante por una última vez esperando que él se diera vuelta impulsado por algun geniecillo maligno justo en el instante preciso... y el golpe sonó seco y certero y su cabeza muerta cayó sencilla y hueca sobre el papel.

Un charquito de
líquido espeso rojizo -casi inexistente- coronó el trabajo que el pequeño había logrado realizar con sus crayolas. La mancha venía a completar la escena: lo inaudito había tenido lugar frente a madre (que ora se tapaba la boca, ora gemía) y dentro del papel ribeteado de incoherencias y manchones se leía algo.

En el centro de la hoja se apreciaba un "mami" cuyo punto de la i era una gota de sangre.

sábado, noviembre 05, 2005


Desde la cama envuelto en frazadas y fiebre percibía lo inevitable. Que la navidad se aproximaba. Le dolía respirar y entonces sus inhalaciones eran casi suspiros cortos con los que ingresaba algo de oxígeno.

Afuera nevaba.


Eran las distorsiones que percibía, pese a los delirios de la fiebre, por haberse mudado tan lejos. En su infancia -ahora- frágil y nublada las navidades se entintaban el grandes letras doradas, el olor a la losa caliente del patio, el sudor de la frente y la fragancia misteriosa de las
flores del jardín. Ahora, lejos la infancia y lejos su casa natal, los hielos se incrsutaban en su vida como vidrios mal cortados.

Afuera nevaba y sonaba un villancico.

"Una escena muy Dickens" pensó mientras desde el dolor de sus doce años evocaba el olor a los pastelitos de membrillo y a la madre contando cuentos a lo lejos de Scrudge y otros demonios que encadenados lo perseguían por las noches. Y el coro se extinguía por momentos, aquellos en que se apagaba la mente y apenas dormitaba.

Afuera nevaba y sonaba un villancico mientras el pueblo atardecía en una paz sosegadora.

Seguiría así muchos días más pese a su agonía el sol saldría, los pájaros trinarían, los Santas Claus de turno se turnarían para brindar regalos, los emplastes dejarían de existir, las vendas ya no estarían llenas de sangre y su madre y hermanas dormirían en paz como hacía mucho que no hacían. El gentío se acumulaba en sectores dominado por el melodioso canto: podía gracias a este artilugio olvidar los grados bajo cero aunque sea por un rato.

Afuera nevaba y sonaba un villancico mientras el pueblo atardecía en una paz
sosegadora: en la distracción, la Muerte muy contenta se llevaba otro niño enfermo.

Clavado en la arena con ese olor a pescado podrido lloraba otra pena de viejo abandonado. Otra vez el mar se la habría llevado. Sangraban sus heridas vespertinas, el producto quizás de un anzuelo que hacía rato que ya no servía para nada más que juntar oxido. Atestiguando la eternidad de su mirada, un mar cada vez más marrón y menos leal lo observaba. Uno y otro eran mudos espectadores de la miseria del otro. El tipo, pura canas y arrugas aferraba con sus manos nudosas una carta desteñida, el mar con su instantánea comprensión de los hechos fantaseaba con el nuevo suicidio de cada atardecer. Ambos eran lo mismo por un rato. El viejo era un charco apacible y quebrado, el mar un poco de niña en penitencia aguardando a que su padre la abuse. Ambos desconsolados y eternos. Como el viejo, miles de viejos antes habían usado la excusa marítima para arrojar sus penas al viento. Pero esta vez era distinto, una especie de comunión entre los dos elementos (carne en descomposición progresiva y agua revoltosa y salada) y se saludaban con ese respeto genuino que se tienen los que han sido veteranos de la misma guerra. Reconociendo las cicatrices del otro callaban sus propias ansias de desaparecer e intentaban (aunque fuera vano, aunque fuera nuevamente lo mismo, aunque no tuviera otro propósito que dilatar el encuentro con la tumba) entenderse. El viejo jamás olvidaría a su niña con ojos de Parca cristalina, esa que llevó adherida la muerte en cada órgano, esa que se le había entre hemorragias y convulsiones y espuma en la boca. El mar nunca olvidaría los fantasmas que recorrían sus olas a diario, el terror que le producían los marineros flotantes, el fastidio cotidiano de sentirse la excusa de poetas y artistas tan patéticos y mediocres que retomaban la escritura sobre sus cualidades y veleidades. Y ambos permanecieron así hasta que el sol cansado de brillar para nadie se ofendió y escondió su cohorte de llamas doradas. Y se sintieron de pronto los más solos del mundo.