lunes, enero 02, 2006

INGRAVIDEZ TEMPORAL


No tenía nada q ofrecerte y me arranqué la sonrisa y te la dejé en un paquete (finamente envuelto en seda rosada y atado) en la puerta de tu casa. Pero no tenías tiempo de revisar, salías apurado a hacer las compras y leugo, el trabajo. El paquete quedó ahí abandonado a su suerte esperando que alguien se percatara, al final se lo llevó el barrendero. Yo me despreciaba infinitamente por aquellos días y solía desprenderme los ojos para no obserbarlos (claro!) ni tener acceso a la realidad visual de tu mirada de incomprensión. También a veces bailoteaba con la muerte, sonreía a los extraños y me revolcaba con cualquiera... estaba aprendiendo eso de la humanidad, la que me resistía a entender y que mis "amigas" manejaban tan bien. Sin embargo llegó el otoño y te percataste de mi presencia y me robaste la independencia haciéndome una especie de ancla (peso inerte) en tu vida. Al final no funcionaba nada entre nosotros, se rompían los objetos y tu cara de cadáver se descomponia al verme: todo lo cual me hizo decidir más rápido. Elegí mudarme a otro mundo donde no existiera la denigración del tiempo ni el sabor agrio de las madrugadas solitarias y ese viernes a las 3:25 de un mayo austero nací.

CONTINUARÁ...

3 comentarios:

Nidesca dijo...

Es que a veces estamos vivos, pero aún no hemos nacido. Sí, necesitamos acceder a ese mundo, a ese alguien, que sepa valorar nuestras sonrisas envueltas en papel de regalo.
As de copas para ti.

Ponto García dijo...

Jo! Que suerte tuvo el barrendero...

Umma1 dijo...

Pero que bueno que te fueras.
El amor no es denigración, ni penuria.
El amor tiene que ser una fiesta, una parte importante del tiempo compartido.
Escribís bien, con profundidad.
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