jueves, noviembre 10, 2005

Otra vez sopa


No miraba nada en realidad. Estaba aguantando por fuera la respiración y por dentro el fuego. Mariano y Julieta lo llamaban desde fuera, le gritaban sandeces tratando de que reaccione. La madre inquieta aguardaba en la puerta de la casona. No ingresaba aire a sus pulmones, y lo peor: lo hacía adrede. Julieta insinuó una sonrisa verdadera lo que era mucho decir para esa pequeña pura historia de orfanatos y antidepresivos. La madre del agónico se devanaba los sesos mientras discutía con su conciencia moral si debía llamar al Jorge o no. El pibe, puro huesos, seguía inmóvil y sentenciando con la mirada en ningún punto y las pupilas dilatadas. En la casa resonaba el disco de pasta, una verdadera reliquia de los ’70, con la música de The Beatles. Y la púa danzaba sobre la circunferencia haciendo sonar un “Blackbird singing in the dead of night/Take these broken wings and learn to fly/All your life/ You were only waiting for this moment to arise”.

Mariano jugaba a bailar con su sombra y le echaba una mirada de reojo medio lasciva a su hermanastra pura actitud adolescente de 14 años. La madre, que se llamaba Marina me enteré más tarde, sacó al final el teléfono celular y marcó el número de urgencia. El joven seguía estático y derrumbado sobre la alfombra, Mariano lo pateaba suavecito como intentando que se levante; y Julieta decidió irse a comprar un helado. La ubicación no era su fuerte desde la internación. Marina se miraba en el espejo creyéndose “sonrosada como una rosa recién arrancada del jardín” –tal era la descripción de su hijo- y escuchaba el tono ocupado del otro lado de la línea. Mariano observaba su reflejo en el espejo y la veía como una gorda vieja y sin mayor gracia que su dinero. Julieta ya no volvería, en el camino unos vándalos se la habían llevado muy lejos. La gorda de caminar elefantuno trataba de hacer respiración boca a boca a su hijo que seguía con los pulmones bloqueados y se empezaba a poner morado. La mujerona se le arrojaba encima con movimientos oscilantes intentando llenar de aire esos bronquios marchitos desde el disparo en el pecho.

Mariano se hastió de esperar que finalizara el atraco. Todo había salido mal por culpa de la gorda. Y en ese momento, aburrido y temiendo que llegara la policía, decidió abandonar la escena y dejó al amigo tumbado y a su hermanastra destinada a una violación y en medio de la madrugada se fue caminando bajito. Marina, puro colgajo de grasas abrazaba al asfixiado, seguía llamando al número equivocados y pegaba cortos alaridos como de auxilio. Mariano ya se había ido, con los walkmans tapaba la voz de la vieja y en la radio, aún con interferencias mediando, sonaba la canción que ya no esperaba oír:”Blackbird fly, Blackbird fly/Into the light of the dark black night./All your life/ You were only waiting for this moment to arrive” . En el fondo no era más que lo mismo, cada noche que salían pronosticaban la última, jugaban un rato con el terror a la muerte, y aquella noche la sorpresa de un disparo se le convirtió en lo más usual del mundo.

No hay comentarios.: